IP-ARCOS

LUZ, CÁMARA Y TIKTOK

Foto de Victor Freitas (pexels.com)

Las redes sociales son como esas películas que mezclan ficción y realidad en una misma escena. A veces se escapan del escenario que vivimos, pero también reflejan lo que somos día a día. Son algo así como el guion de una historia en la que alguien decide lo que ocurre y lo demás solo acatan. El simple hecho de que hace algunos meses al expresidente del país más poderoso del mundo (Trump) una plataforma digital (Twitter) lo castigara y noqueara de manera pública, suspendiendo su cuenta temporalmente, solo nos hace pensar en que cada momento del mundo fue escrito y dirigido para ser un éxito o fracasar rotundamente, así como la última película que vimos el fin de semana.

Esta cosmovisión que tengo sobre las redes sociales no es una simple analogía. Soy un cinéfilo desde siempre y en cada paso que he ido dando en el mundo digital me he encontrado con momentos que parecen sacados de un rodaje de Tarantino (Kill Bill), Spielberg (Star Wars) o Hitchcock (Psicosis). Peleas épicas, minutos terroríficos, emociones al límite y el dolor de la humanidad se han visto reflejados en cada palabra, imagen, meme, historia de Instagram, video de TikTok o conversación de WhatsApp que nos haya acompañado durante el día.

¿Y por qué ocurrirá esto? Quizás lo complejo que somos como seres humanos nos detiene en un limbo de percepciones al interactuar en redes sociales y nos termina sumergiendo en un espacio surreal que a veces no sabemos si está fuera de nuestra vida cotidiana o ya es parte de cada acción del día. Solo pensar en que cada mañana antes de la ducha nos acompaña una nueva foto de Bad Bunny o una noticia mundial sobre el COVID-19 en el celular, nos sitúa en una realidad lejana, pero no ajena a nosotros. Estamos a un clic de distancia de experiencias que no son propias, pero con las que podemos interactuar como si lo fueran.

Y eso es lo que nos gusta más. Que en estas comunidades virtuales podemos formar parte de “algo”, interactuar y establecer vínculos, muchos de ellos emocionales, al punto de evadirnos de la realidad y dejarnos levitando en un espacio seguro donde nada nos puede afectar. Pero como esto es realidad y ficción en una misma escena, estas plataformas muchas veces pueden causarnos más daño que beneficio. Ser parte de la vida de otras personas y opinar sobre lo que va ocurriendo en sus vidas, por medio de las redes sociales, reviste un desafío adicional de discernir sobre qué es verdadero y que no.

Por ejemplo, la sobreinformación que estamos recibiendo a diario en nuestras redes sociales sobre el COVID-19 nos invita a reflexionar más sobre este tipo de mensajes. Un concepto que puede ayudar a orientarnos mejor es el escepticismo emocional, es decir la capacidad que tenemos de no dejarnos llevar por los sentimientos al momento de verificar un contenido. En esta labor, las redes sociales no siempre ayudan mucho y la forma en cómo nos muestran el mundo dista bastante de lo que ocurre en realidad. Hay que cuidar estos espacios digitales de la desinformación y sus riesgos, evitar los mensajes malintencionados y preocuparnos por la comunidad de la que formamos parte.

Estar en las redes sociales, sea cual sea el motivo, debe ser no solo una actividad que puede beneficiarnos social, económica, política o culturalmente, sino que debe ser la prolongación de nuestra capacidad de construir relaciones sólidas, transparentes y humanizadoras, sin caer en el odio, discriminación o egocentrismo que rodea a gran parte de estas tecnologías. Actualmente, Facebook, Instagram y WhatsApp son las plataformas más ocupadas en nuestro país y, no casualmente, pertenecen a uno de los hombres más ricos del mundo (Mark Zuckerberg). Esto solo confirma lo alerta que hay que estar siempre, tanto con el excesivo poder e influencia de unos pocos sobre muchos, así como con la capacidad de respetarnos tal como somos en espacios donde la realidad y la ficción se mueven en dúo, uno muy tentador, pero también muy peligroso.


Manuel San Martín H.
Periodista y docente en Comunicación Digital.