Nicolás Reyes Ludin es docente de la Escuela de Música y Sonido de ARCOS Valparaíso. También tiene un proyecto musical de trío y es parte de la banda de Antonio Monasterio Ensamble, donde amplía su experiencia y su relato pedagógico, con hitos que van desde una gira a Japón el año pasado hasta el reciente Premio Pulsar, en junio de 2024.
¿Qué ha aprendido del proceso de trabajo colectivo? ¿Cómo se trabaja con la composición? Este y otros elementos fueron profundizados en la siguiente entrevista de I.P. ARCOS y Valparaíso Creativo.
::: Nicolás, ¿cómo es la experiencia de trabajar de manera colaborativa con un equipo y de qué manera permea eso al proceso creativo?
Nicolás Reyes: En el caso particular de Antonio Monasterio Ensamble, personalmente considero mi participación dentro del proyecto como una parte más de algo que es bastante grande, que trabaja de forma excepcional, entendiendo que la música instrumental improvisada, o lo que entendemos como jazz, en el territorio no es tan común.
En el sentido de la cantidad de participantes, este es un proyecto muy ambicioso, sumándole a que es música que tiene cierto grado de complejidad. Música que propone Antonio como líder del proyecto. Se nos convoca en torno a esa composición y hay que tener harto trabajo personal, disciplinado y constante para poder memorizar la música e interpretarla.
También está todo lo que hace Antonio con Sello Mescalina, que tiene que ver con la formulación del proyecto, con la producción musical y de los eventos y la postulación a concursos, entre otras cosas. Es mucho trabajo de varias partes, por lo que uno está haciendo una parte muy pequeña dentro de algo muy grande y complejo.
::: ¿De qué manera se van comunicando o articulando en el proceso creativo de una composición?
Hay un trabajo personal de Antonio de crear la música, lo que hace con muchos estándares y excelencia. Junto con el sello y Matías Saldías, específicamente, hay una visión estética de la música y de cómo debe ser grabada también. Desde ahí se toman decisiones que llegan hasta los músicos, quienes en la mayoría llevamos trabajando un tiempo juntos.
Un ejemplo es para Las furias y el mar, nuestro último lanzamiento, donde ensayamos dos años todas las semanas hasta encontrar el resultado. Es algo súper raro eso, una especie de experimento social de cuánto podemos estar todos trabajando en la misma música, lo que cobra sentido cuando hay una audiencia que se interesa por estos resultados y por el proyecto.
::: Recientemente, como Antonio Monasterio Ensamble, fueron nominados por segunda vez a los Premio Pulsar y esta vez ganaron Mejor Artista Jazz Fusión. ¿Qué se siente recibir dicho reconocimiento y en qué se traduce en lo concreto?
Somos un grupo de Valparaíso, de una generación en particular, y creo que en ese sentido, para mí es super rico que haya música instrumental con audiencia y que tenga cierto reconocimiento a nivel nacional. Se siente como un buen hito, es un reconocimiento super positivo. De todos modos, es el resultado de un trabajo altamente colaborativo, con muchos y muchas involucrados. Es colectivo y adquiere vida propia.
Coincide, también, con un momento de giras y presentaciones, tanto en Valparaíso como en Santiago y otras partes de Chile. Eso propicia un ambiente muy cariñoso. Mi sensación es que a la gente que le gusta la música de la banda quiere que nos vaya bien. Entonces, es una instancia media de celebración ir a los conciertos.
::: ¿Qué buscas enseñar o transmitir a través de lo que haces y en los proyectos que te involucras?
La verdad, el encontrar un posicionamiento respecto a ciertos valores que se pueden entregar al hacer este tipo de música. Hacer jazz requiere mucha escucha y de quitarse varios prejuicios para poder dejarse interpelar por lo que un otro puede proponer musicalmente. Creo que esos valores son formas de libertad, de amor. Actualmente, se tergiversan estos valores y me interesa cuestionar cómo nos posicionamos y cómo nos vinculamos con nuestro territorio y con la otredad.
Ahora, musicalmente el formato en Nico Reyes Trío permite otra cosa, ya que se identifican los instrumentos más fácilmente. Esto genera mucha complicidad y me llama la atención el compartir eso. En un escenario uno está amplificado, pero también vulnerable, donde nos dejamos interpelar por lo que está haciendo el otro. Tengo la suerte de tocar con músicos que son super sensibles a ese tipo de cosas, como Christian Balthazar y Felipe Valle, también miembros de Antonio Monasterio Ensamble, o Juan Pablo Jaramillo y Milton Rassel. Se genera un disfrute en ello.
::: A veces, estamos muy acostumbrados a las canciones (con letras), sin embargo, una composición instrumental entrega toda una serie de mensajes a través de lo no verbal. ¿Qué te pasa a ti con eso?
Este es un gran tema. Me referiré a lo que sucede tanto con la música de Antonio como con mi trío. Creo que ambos proponemos un mundo imaginario-visual, a veces referenciado del cine, a veces a la naturaleza. Somos super afines en ese tipo de cosas, lo que se transmite en los títulos de temas de Antonio; algunos mencionan al bosque, al mar, son súper evocativos de imágenes.
En el caso de mi música también, donde intento abordar algunas imágenes o procesos de la naturaleza. De alguna manera, uno deja una imagen para hacer el click, encender la llama y que el auditor rellene eso como quiera. Es una idea de obra más abierta y que sirve mucho en el contexto de música improvisada, donde se trae un imaginario y de ahí el músico lo interpreta como quiera. Te puede llevar por caminos que uno no esperaba.
::: El 2024 fueron, junto a Antonio Monasterio Ensamble, a Japón. ¿Cómo fue la experiencia con dicha audiencia?
Eso fue super entretenido. Fue muy próximo a la grabación del disco, donde se sumaron dos nuevos músicos para esa gira. En Japón hay una cultura súper distinta, es una audiencia super receptiva, que acá también lo es, pero de una forma distinta. También se dio la oportunidad de escuchar músicos de allá y la recepción fue super buena, nos dejó super contentos.