“Sin duda, el 8 de marzo es un día muy importante, que ha ido creciendo. Hasta hace poco tiempo se veía de forma romántica. Se saludaba a las mujeres diciéndonos “feliz día”, no como la mujer trabajadora, sino que desde el romanticismo. Eso ha ido cambiando. También con las marchas, por ejemplo. La última antes de la pandemia estuvo repleta. Ya los hombres están entendiendo que no deben ir a meterse en esos espacios, las mujeres también están entendiendo que no tienen que ir con el pololo ni el esposo, que eso es invasivo, que también involucra un malestar, una incomodidad para otras mujeres. Entonces, es un día muy importante. Actualmente las mujeres tenemos la posibilidad de trabajar, aunque aún cuesta en muchos rubros, pero ya no tenemos que estar dependiendo económicamente de un hombre, como se entendía antes el matrimonio”, comienza dejando claro Zaida González sobre lo que para ella es el Día de la Mujer actual.
Pero, todo logro conlleva dificultades, comenta. “Ha sido difícil. Yo creo que todavía cuesta mucho, sobre todo, a las estudiantes y trabajadoras que son madres se les debe hacer muy complicado”.
Y sobre las oportunidades o igualdad de las mujeres en el mundo del arte, Zaida González indica que “en el caso de la fotografía, todavía no existe la paridad cuando se hacen exposiciones. Generalmente consideran más a los hombres. Por ejemplo, hace unos años en una exposición de Oaxaca, sobre el “cuerpo como territorio” o “cuerpo como campo territorio subversivo”, algo así, me llamó la atención que la curadora invitó a sus amigos hombres y que sus trabajos eran totalmente alejados de ese concepto del cuerpo como territorio como un campo subversivo, entonces yo pensaba: “¿por qué no invitan a Gabriela Rivera?”, que tiene un trabajo súper político respecto a las maternidades y al cuerpo, o a un montón de fotógrafas que están hablando de ese tema. A Paula López Droguett, que también trabaja con la maternidad y desde el feminismo. Me llama la atención cómo, incluso, una curadora mujer segregaba a otras mujeres”
Zaida es justamente docente de la Escuela de la Fotografía de ARCOS, por lo que siente que aportar “a erradicar desigualdades de género. Primero, siendo respetuosa con la diversidad de género que hay en la sala. O sea, si alguien te dice “trátame de esta manera”, aunque su nombre sea otro hay que respetar su petición, o también utilizar lenguaje inclusivo. Yo creo que es importante y es un respeto para estas nuevas generaciones, que se están visibilizando y que están entrando con todo, sin miedo.
Por otro lado, trato de mostrar mucha fotografía latinoamericana de mujeres, porque siento que está muy oculta, como encerrada. Entonces, en mis clases estudiamos a muchas mujeres, que han tenido una obra intensa y que, un poco desde lo biográfico, hablan de discriminación, migración, lesbianismo, otras desde su intimidad, etcétera”.
“Yo creo que es muy necesario enseñar lo que es el feminismo y para qué sirve, principalmente para ganar los espacios, no porque crea que somos iguales a los hombres. Tenemos diferencias, otro tipo de pensamientos y reflexiones. Los hombres aún son criados lejos de la emocionalidad y la expresión, nosotras no, las mujeres somos más sensibles y también hemos sido educadas para hacerlo así. Entonces, más que buscar la igualdad, para mí es importante ir ganando los espacios dentro de lo fotográfico, visibilizar nuestro trabajo, a través de contenido de pensamiento y compartir, de manera educada, a modo de enseñanza, no de imposición”, acota la autora de «Las novias de Antonio” (Ediciones La Visita, 2009), “Recuérdame al morir con mi último latido” (Ed. El Gato de la Acequia, 2010) y “Zaida González de Guarda” (Ed. El Gato de la Acequia, 2013), entre otras publicaciones.
Finalmente, Zaida González nos comenta sobre sus influencias, las mujeres que la han marcado en su vida personal y artística.
“Una mujer muy significativa en mi vida ha sido mi prima Rosita, que nunca tuvo hijos y me acuerdo que a mi mamá y a mi papá les hacía ruido. En la familia la molestaron harto al respecto, le decían que se iba a quedar sola, porque eso se pensaba de las mujeres que no tenían hijas o hijos y ella. Viajó mucho, trabajó como ingeniero, siendo una época en que era muy difícil tener una ingeniera. Se fue por todo el mundo y yo no entendía eso de no tener hijos o hijas. Después lo entendí y bueno, ahora somos íntimas y también yo decidí no ser madre.
Dentro del área de la fotografía admiro mucho a Paz Errázuriz, la conozco personalmente, encuentro que ella tiene una capacidad enorme de fotografiar y de adentrarse con los grupos de personas que fotografía: psiquiátricos, prostitutas, todo también desde lo marginal. O sea, prostitutas de pueblo, no de Santiago. Entonces, por esa capacidad de empatía que tiene la admiro mucho. Además, como persona es muy empática. Yo creo que con los años de discriminación como mujer, malas ondas y comentarios, ha forjado una personalidad fuerte.
Muchas veces que a mí me han pasado cosas y lo hemos conversado, me aconseja, trata de sacarme esa culpa que, de repente, queda o de decirme “no estás haciendo nada malo”. En ese sentido es muy buena y generosa. Yo creo que es la única fotógrafa que siempre va a mis exposiciones, aunque sean en lugares lejanos.
Ella apoya mucho también a los grupos más jóvenes dentro de la fotografía.
Dentro de la escritura, leí un libro de Sylvia Plath, que es “La campana de cristal”, que no sé de qué fecha es, pero ese libro me voló la cabeza. Habla de su trastorno bipolar y un montón de cosas que para esa época eran bien difíciles de abarcar. Como Virginia Wolf, por ejemplo. Realmente escritoras suicidas, que plantean temas que yo creo que en esa época eran totalmente inexistentes o también dentro de la marginalidad, ya que los escritores hombres siempre eran reconocidos con todos los premios y, bueno, las mujeres no.
También admiro mucho a una de mis mejores amigas, que es Esther Margarita, una escritora trans que también creo que ha sido muy valiente en su transición, su decisión y su escritura también es bastante interesante. Habla desde lo femenino, vuelca mucho su intimidad y creo que para una mujer trans es muy valiente. Ha sido reconocida, este año ganó un premio de literatura con su obra bitácora trans, que creo que está en la categoría de ensayo. Ha logrado cosas así, alza la voz y eso también me gusta mucho, porque además es joven, tiene sólo 30 años”.